jueves, 29 de agosto de 2013

Nunca digas nunca jamás

Había pasado tanto tiempo buscándolo (algo que apareció tal y como dice todo el mundo, incluso yo en alguna ocasión: “cuando dejas de buscar”), que olvidé lo indispensable que han sido, son, y serán, algunas personas en mi vida, y me entristece (a veces) lo poco que puedo hablar con ellas o decir ahora de ellas.

A ti, te debo mi alegría de los 16 años, por y para ti sonreía, aun sin saber lo que sentía, y me siento orgullosa de la relación que hemos llevado, porque los que han sobrepasado en algún momento la línea de la amistad, se han quedado atrás en tu camino; los que la han menospreciado han desaparecido; y yo, que no hice más que quererte como merecías, unas veces más en silencio que otras, ocupo la posición que quiero desde el momento en que te conocí, la que tú y yo elegimos, con la que conseguí convencerte para que me guardaras en tu corazón.

A ti que, en una hora libre, sin venir a cuento, y con una conversación con nuevos términos para mí, me abriste los ojos, dando la vuelta a mi vida con unas sencillas preguntas: “¿Pero… no quieres hacerlo? ¿Cómo sabes que no es lo que quieres si no lo has intentado?”. Conté contigo, contaste conmigo, viajaste, y hablamos. Hablábamos mucho.

A ti, que casi no te recuerdo, tengo poco que decirte. No tengo por donde contactar contigo. Siempre hubo algo que no me gustó de ti, y aunque hace tiempo que dejé de preguntarme el qué, sigo sin saberlo.

A ti, te echo de menos porque me animabas a escribir, aunque fuesen tonterías, como contarte mi día con todo lujo de detalles, para así sacar a la luz cosas que, quizá de otra manera, habría pasado por alto. Te echo de menos porque sé que estás ahí y aun así ya no voy a recogerte a la salida de clase, a pasear contigo por Madrid sin rumbo  fijo aunque con hora tope, de la mano, o sin hablar. Porque ya no tengo esa sensación de rebeldía que sentía a las 3 de la mañana algunos viernes o sábados, cuando te acompañaba a casa para que no fueses tú sola. Recuerdo bien por qué, aun eras menor.

A ti y a ti, os estoy agradecida por enseñarme, en dos épocas tan distintas pero tan parecidas de mi vida que, un cambio en el curso de las cosas puede ser el final de algo muy intenso, muy bonito o in-creíble. Que las personas no siempre son lo que dicen a los demás que son, si no lo que demuestran ser. Que si algo se queda atrás, depende de las dos partes que se recupere. Que a veces se puede, y otras no, si no se quiere.

Y a ti… bueno, contigo he hecho todo bien desde el principio. He dejado las cosas claras para no llegar a malentendidos, hemos superado pruebas de fuego, bachecitos, y acantilados, y te aseguro que puedo decir, sin cruzar los dedos, con una sonrisa, y lágrimas de emoción y alegría, que te quiero como nunca jamás he querido a nadie. También quiero que sepas que eres la única persona con la que me he propuesto, no solo cumplirlas, si no también realizar promesas, y lo más increíble de todo es que, aun viéndote casi todos los días, eres la única persona de la que no me he cansado en algún momento, a la que no he tenido que pedir o exigir un tiempo de “déjame en paz, estoy saturada”, y la verdad, no veo el día en que eso ocurra, porque estás en todos y cada uno de los momentos importantes que habrá en mi vida, aunque algunos me priven de situaciones que antes adoraba. No me importa. Antes o después habrá algo que te impida acompañarme y podré realizarlo, y al pasar la tarde quedaremos en lo que algún día llamaremos “nuestro bar de siempre” para tomar algo e ir a dormir, después, JUNTAS.


Te quiero.

A ti, a ti, a ti, a ti, a ti y a ti… y a ti, sobre todas las cosas.



5 4 3 3 3 2 2 yloquenosqueda