martes, 31 de enero de 2012

Buenos días, princesa.

Año nuevo, vida nueva... Y tanto.


Nunca te he escrito nada, nunca he pensado en escribirte, y no estoy segura de por qué, pero sí que sé que ahora me apetece, y que, aunque hoy no es un buen día para hacerlo, sé que quiero hacerlo, por lo que voy a hacerlo.


Cómo muchas de las personas que he conocido en éste último año y medio, nuestra historia empezó en Plaza de España. Para mí no fue un día especialmente especial, valga la redundante redundancia, pero sí que sé que fue un día importante, y tampoco lo recuerdo con pesadez o amargura. Fue un día más de mi feliz vida, aunque haya veces en las que piense que soy la persona más desdichada del mundo. Te conocí a ti y a una amiga tuya, la primera chica a la que besaste, o que te besó, ya no recuerdo ese pedazo de la historia. ¿Te he contado ya alguna vez la increíblemente mala memoria que tengo?
Puede que incluso no empezase en ese momento nuestra historia, aunque sí en ese mismo lugar. Da igual, pero el hecho en sí, ahí está.
Desde entonces han pasado millones de cosas, y todas ellas pueden resumirse en un "en tu casa o en la mía, pizza y peli", pero resaltan las cuatro veces que hemos salido de nuestra burbuja para ver mundo, y dejar que el mundo nos vea. Sé que estarás de acuerdo conmigo en que no ha sido lo suficiente, y sé que tienes tantas ganas como yo o más de salir, de la mano, de pasear, bailar, brincar, llamar la atención, viajar, hablar, cantar, conocer gente y mundo, sonreír, y dejar que el resto del mundo nos vea hacer todas esas cosas.
Ahora no hago otra cosa que mirarte estudiar, sin levantar la cabeza del libro, o de los apuntes, aunque aun hay momentos en los que separo la vista del ordenador para ver si me estabas mirando, pero sé que es imposible. He dejado el reloj de lápices de colores en el baño, su tic-tac ya no puede desconcentrarte, y sé que en éste momento sólo yo puedo hacerlo, pero ya sabes, para desconcentrada estoy yo, y con una de dos ya es suficiente. Mi visión periférica me hace imaginarme tu mirada, como me hace imaginar la sonrisa de la mona Lisa, o la Gioconda, que cuando la miro, ya no está allí, si no que descansa seria, en ese retrato luminoso, con la mirada fija en los apuntes, a penas en movimiento. Tu sonrisa es su sonrisa, y no veas las ganas que tengo de que acaben los exámenes para poder dedicar una tarde, o semanas, a pintarla.
Aun así, mi corazón espera que te acerques, como hace un momento, medio a gatas, por mi izquierda, quedándote de piedra cada vez que te miro, aproximándote, para acabar con un susto en mi oreja, en un susurro apenas audible pero si "sensible", justo en el momento en el que he dejado de hacerte caso, de prestarte atención. "Buh".


Supongo que ya es hora de continuar con Piero de la Francesca, Masaccio, Miguel Ángel en su versión pintora y no tan "ámbito psicológico", y quizá el Greco y Velázquez.


Buenas tardes, princesa. Buenas porque estás aquí, buenas porque estás conmigo. Buenas aunque tenga que emplearlas en estudiar y estudiar, sean las 23.18 de la noche, y aun no haya empezado. Buenas noches, princesa.


Te quiero.